¿QUE VES CUANDO ME VES?

La obra de Graciela Guerrero nos pone en situación de ser testigos de un agradable impacto de colores vibrantes, brillantes e inocultables como luces citadinas en una vista aérea nocturna. Sin duda, esto es asistir a la presencia de la esencia de la artista, al menos, en esta muestra en particular. Los “Monstruitos” llegan después como una invitación a romper los marcos cotidianos de la mirada y se nos aparecen en medio del color, sugeridos o evocados en un sutil delineado o por la evidencia corpórea de alguna mancha. El desafío de la observación es propio, individual e íntimo y, la artista, para ello sólo nos da una pista: se trata de “Monstruitos”. Pero no hay que sufrir de antemano, no se trata de construcciones al estilo de Alien o Depredador. Se trata de realizar un ejercicio de imaginación abierta donde repentinamente ellos pueden aparecer asomándose en algún goteo o en olas de color bajo la forma de algún recóndito temor informado o sugerido por su autora. Todo está permitido, desde la presencia de un verde animal del jurásico derrumbado por lágrimas rojas de ojos distantes, como la aparición de dos palomas mimándose o la luz de una nueva estrella en un cielo amarillo con una solitaria pareja extendiendo el horizonte. En este punto, la versatilidad que le otorguemos a la mirada es sumamente importante si uno quiere encontrarse con las figuras propuestas. Lo bueno que tiene el arte el arte contemporáneo es que ya no existen las academias decimonónicas que sujetaban al artista y a las interpretaciones de su obra, es decir , aquel que despojado de todo prejuicio estético decide recrear la mirada con una exposición de arte podrá acceder a muchos mundos posibles. El mundo de Graciela Guerrero nos impone el color pero también la búsqueda, el encuentro y la puesta en juego de la subjetividad a la hora de definir al monstruito propio, el ajeno y el compartido. Hay quien considera que la práctica del arte puede ser terapéutica, pero en este caso parece aproximarse al exorcismo y a la sublimación que desnuda los males bajo formas tanto imprecisas como contundentes, cargadas de magia, melancolía y una cierta ingenuidad. Quizás por eso mismo estos “Monstruitos” no nos llegan desde el dolor sino desde la sorpresa del encuentro imprevisto y de la belleza cromática de sus ropajes. No es de extrañar, entonces, que algunos de ellos se conviertan en circunstanciales héroes del bastidor. Sólo el pincel y la sensibilidad de Graciela Guerrero esta en situación de otorgar tanta originalidad. PROF: CRISTINA BARILE Comodoro Rivadavia, Agosto 8 de 2008