el misterioso encanto de la batea

La muestra que, en esta oportunidad, nos presenta Nadina Rodríguez resulta impactante a nuestra sensibilidad. La gran obra central, desde la composición de azules degradados y marrones sepias deshabitados, rememora nuestro paisaje patagónico. Es casi imposible no pensar en la transparencia del Atlántico y en los sutiles matices de color de la arena, los cerros y las piedras. Esto está presente también en sus obras sobre papel donde el difuminado del color bien puede evocar al viento en su delicado trabajo de formación de alguna nube de arena y polvo. Pero hay algo que, a mi juicio, constituye el nudo central y la clave interpretativa de la obra: el concepto de “Horizonte”. Esto está presente en toda la composición como la línea que nos indica el cambio entre tonalidades y entre colores diferentes u opuestos. Quizás convenga no olvidar que el horizonte es una línea “aparente” que divide el cielo de la tierra, es decir, la invitación del artista está en proponernos el viaje desde el horizonte real de la obra hacia cada mundo interior individual desde donde mirar o encontrar la referencia de nuestro horizonte cultural. Es que la obra tiene cierto matiz intimista que nos lleva delicadamente a buscar desde la introspección las referencias personales de lectura del discurso artístico. Allí reside la verdadera fascinación: la obra posibilita ir más allá de las definiciones y reconocernos en un paisaje intemporal pero a la vez familiar. Nadina Rodríguez reúne en la construcción de su obra, la habilidad del técnico que tiñe y sabe como abordar el color preciso y la creatividad del artista en el sabio uso y puesta en juego de su imaginación. ¿Es posible conocer el secreto de su obra? Tal vez, y sólo tal vez, si somos capaces de rendirnos frente al misterioso encanto de su batea. Prof. CRISTINA BARILE